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Cuentos de Andersen
Cuentos e historias de Hans Christian Andersen
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Las aventuras del cardo
Ante una rica quinta señorial se extendía un hermoso y bien cuidado jardín, plantado de árboles y flores raras. Todos los que visitaban la finca expresaban su admiración por él. La gente de la comarca, tanto del campo como de las ciudades, acudían los días de fiesta y pedían permiso para visitar el parque; incluso escuelas enteras se presentaban para verlo.
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142
Lo que se puede inventar
Érase una vez un joven que estudiaba para poeta. Quería serlo ya para Pascua, casarse y vivir de la poesía, que, como él sabía muy bien, se reduce a inventar algo, sólo que a él nada se le ocurría. Había venido al mundo demasiado tarde; todo había sido ya ideado antes de llegar él; se había escrito y poetizado sobre todas las cosas. - ¡Felices los que nacieron mil años atrás! - suspiraba.
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143
La suerte puede estar en un palito
Ahora os voy a contar un cuento sobre la suerte. Todos conocemos la suerte; algunos la ven durante todo el año, otros sólo ciertos años y en un único día; incluso hay personas que no la ven más que una vez en su vida; pero todos la vemos alguna vez.
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144
Lo que dijo toda la familia
¿Qué dijo toda la familia? Escucha primeramente lo que dijo Marujita. Era su cumpleaños, el día más hermoso de todos, según ella. Vinieron a jugar todos sus amiguitos y amiguitas. Llevaba su mejor vestido, regalo de abuelita, que descansaba ya en Dios. Abuelita lo había cortado y cosido con sus propias manos, antes de irse al cielo.
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145
El bisabuelo
¡Era tan cariñoso, listo y bueno, el bisabuelo! Nosotros sólo veíamos por sus ojos. En realidad, por lo que puedo recordar, lo llamábamos abuelo; pero cuando entró a formar parte de la familia el hijito de mi hermano Federico, él ascendió a la categoría de bisabuelo; más alto no podía llegar. Nos quería mucho a todos, aunque no parecía estar muy de acuerdo con nuestra época.
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146
Lo más increíble
Quien fuese capaz de hacer lo más increíble, se casaría con la hija del Rey y se convertiría en dueño de la mitad del reino. Los jóvenes - y también los viejos - pusieron a contribución toda su inteligencia, sus nervios y sus músculos.
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147
Las velas
Érase una vez una gran vela de cera, consciente de su alto rango y muy pagada de sí misma. - Estoy hecha de cera, y me fundieron y dieron forma en un molde -decía-. Alumbro mejor y ardo más tiempo que las otras luces; mi sitio está en una araña o en un candelabro de plata. - Debe ser una vida bien agradable la suya -observó la vela de sebo-.
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148
Pregúntaselo a la verdulera
Érase un rábano centenario correoso en extremo y ordinario; mas valor no le faltaba, pues la zanahoria le gustaba. Ella es joven, de piel fina cual ninguna, y además es de nobilísima cuna. Celebróse la boda con todo esplendor, el banquete fue de lo mejor: hubo hojas de flores y rocío del prado, todo, como veis, fue regalado. El rábano saludó muy a gusto, y soltó un largo y seco discurso.
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149
"¡Baila, baila, muñequita!"
Sí, es una canción para las niñas muy pequeñas, aseguró tía Malle. Yo, con la mejor voluntad del mundo, no puedo seguir este "¡Baila, baila, muñequita mía!." Pero la pequeña Amalia si la seguía; sólo tenía 3 años, jugaba con muñecas y las educaba para que fuesen tan listas como tía Malle.
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150
La gran serpiente de mar
Érase un pececillo marino de buena familia, cuyo nombre no recuerdo; pero esto te lo dirán los sabios. El pez tenía mil ochocientos hermanos, todos de la misma edad. No conocían a su padre ni a su madre, y desde un principio tuvieron que gobernárselas solos, nadando de un lado para otro, lo cual era muy divertido.
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151
El jardinero y el señor
A una milla de distancia de la capital había una antigua residencia señorial rodeada de gruesos muros, con torres y hastiales. Vivía allí, aunque sólo en verano, una familia rica y de la alta nobleza. De todos los dominios que poseía, esta finca era la mejor y más hermosa. Por fuera parecía como acabada de construir, y por dentro todo era cómodo y agradable.
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152
Lo que contaba la vieja Juana
Silba el viento entre las ramas del viejo sauce. Diríase que se oye una canción; el viento la canta, el árbol la recita. Si no la comprendes, pregunta a la vieja Juana, la del asilo; ella sabe de esto, pues nació en esta parroquia. Hace muchos años, cuando aún pasaba por aquí el camino real, el árbol era ya alto y corpulento.
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153
La llave de la casa
Todas las llaves tienen su historia, y ¡hay tantas! Llaves de gentilhombre, llaves de reloj, las llaves de San Pedro... Podríamos contar cosas de todas, pero nos limitaremos a hacerlo de la llave de la casa del señor Consejero. Aunque salió de una cerrajería, cualquiera hubiese creído que había venido de una orfebrería, según estaba de limada y trabajada.
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154
El tullido
Érase una antigua casa señorial, habitada por gente joven y apuesta. Ricos en bienes y dinero, querían divertirse y hacer el bien. Querían hacer feliz a todo el mundo, como lo eran ellos. Por Nochebuena instalaron un abeto magníficamente adornado en el antiguo salón de Palacio. Ardía el fuego en la chimenea, y ramas del árbol navideño enmarcaban los viejos retratos.
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155
Tía Dolor de Muelas
¿Qué de dónde hemos sacado esta historia? ¿Quieres saberlo? Pues la hemos sacado del barril que contiene el papel viejo. Más de un libro bueno y raro ha ido a parar a la mantequería y a la abacería, no precisamente para ser leído, sino como articulo utilitario. Lo emplean para liar cucuruchos de almidón y café o para envolver arenques, mantequilla y queso. Las hojas escritas son también útiles.
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156
La pulga y el profesor
Érase una vez un aeronauta que terminó malamente. Estalló su globo, cayó el hombre y se hizo pedazos. Dos minutos antes había enviado a su ayudante a tierra en paracaídas; fue una suerte para el ayudante, pues no sólo salió indemne de la aventura, sino que además se encontró en posesión de valiosos conocimientos sobre aeronáutica; pero no tenía globo, ni medios para procurarse uno.
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157
La vela de sebo
Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.
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